Hondarribia fue y sigue siendo una ciudad muy importante, protagonista en numerosos acontecimientos de la historia. Hoy en día nos encontramos con una pequeña ciudad situada junto a la desembocadura del Bidasoa, en lo que puede ser un paraje bello y tranquilo. No obstante, debido a su ubicación estratégica, Hondarribia ha sido víctima de numerosas peleas bélicas a lo largo de su historia.
Hace ya mucho tiempo, esta ciudad amurallada formó parte del Reino de Navarra. Era muy interesante para Navarra conservar Hondarribia, porque lo tomaron como único acceso al mar. Hondarribia así se convirtió en el niño intocable para el Reino, ya que si perdía Gipuzkoa, Navarra se convertiría en un reino interior encerrado entre Castilla y Aragón. Para evitar dicha tragedia, Sancho el Sabio decidió repoblar y fortificar la costa Gipuzkoana, y lo hizo mediante la construcción de villas. La primera fue la villa de San Sebastián y, acto seguido, aparecieron Hondarribia y Getaria.
En estos momentos ya Hondarribia se nombra como una ciudad amurallada que se regía por leyes y privilegios que el monarca concedía. Las villas eran las que ponían ley y orden en las ciudades, y poco a poco se iría creando una enorme red de villas, pero Hondarribia y San Sebastián eran ciudades especialmente fortificadas porque además de poseer muralla, contaban con un castillo.
En el año 1200, el rey de Castilla, Alfonso VIII, decidió conquistar la ciudad y Hondarribia pasó a su jurisdicción, siendo la segunda población gipuzkoana en recibir el Fuero. En estos momentos, la ciudad empezó a adquirir protagonismo con la pesca y el comercio como sus actividades principales. Su núcleo de población más influyente estaba formado por comerciantes y marinos gascones, dispuestos ya en aquel entonces a moverse por círculos comerciales europeos. Así, al poco tiempo de su fundación, ya encontramos en Hondarribia todos los oficios tradicionales de la Edad Media, organizados por gremios.
Pero poco tiempo le duró la paz y la tranquilidad a Hondarribia. Enseguida el Rey de Francia comenzó a insinuar un posible ataque para conquistar la villa, ya que si se hacía con la que era la villa más poderosa de Gipuzkoa, conquistar las demás le costaría menos esfuerzo. Así, intentó conquistar la ciudad amurallada en 1476, pero tras ver la buena preparación en defensa de las murallas, los franceses se echaron para atrás. A partir de este momento, todos los vecinos de la villa tenían obligación grave de guardar turnos de vigilancia, vela y ronda de las fortificaciones, para evitar ser sorprendidos.
Francia volvió a atacar de nuevo en numerosas ocasiones, pero la insistencia de los Reyes Católicos de fortalecer aún más las murallas fue crucial para que Hondarribia no fuera derrotada. No funcionó en octubre de 1521, cuando el Rey Francisco I de Francia consiguió arrebatarnos la ciudad amurallada. Solo pasaron dos años y pico hasta que Carlos V volviese a poseer Hondarribia, convirtiéndose en el Rey más importante de nuestra ciudad amurallada.
Sin embargo, la guerra contra los franceses no había acabado. El último enfrentamiento fuerte lo podemos situar en 1638, cuanto tuvo lugar el hecho de armas más famoso y memorable de la ciudad de Hondarribia. Tras 70 días de tensión y ataques de los franceses, el 7 de septiembre los tropas francesas se dieron la vuelta y muchos murieron en el regreso a su país. Al día siguiente, se confirmó la victoria de Hondarribia y desde entonces, pocos 8 de septiembre han pasado sin que nuestra ciudad amurallada celebrase aquel día, momento en el que adquirió el título de “ciudad”. La “muy noble, muy leal y muy valerosa” ciudad de Fuenterrabia. 20 años más tarde, se firmó la paz con Francia.
En la actualidad, Hondarribia goza de seguir siendo un enclave marinero muy importante. Su cultura de los baserritarras se está perdiendo, pero aún quedan signos de su tradición que hacen de la ciudad una auténtica maravilla.
Fotos cedidas por www.hondarribiaturismo.com