Echamos un vistazo ahora a la Plaza de Armas y nos encontramos con un castillo, cuya fachada es noble y austera, que fija su mirada al centro del lugar, recogido por unas casas llenas de colores, las que caracterizan a nuestra ciudad amurallada. La Plaza de Armas es un punto turístico indispensable, ya que es quien nos cuenta todos los acontecimientos que sufrió Hondarribia. Por esta razón, la mayoría de las visitas turísticas de la ciudad comienzan desde este carismático lugar.
Como hemos dicho, la Plaza de Armas está acompañada de casitas de colores azul y verdes, unos cuantos bares, y el Castillo de Carlos V, hoy en día utilizado como un Parador para los turistas. La importancia del Castillo es inmensa en la historia de Hondarribia, pues en sus ojos tiene grabados todos los intentos de los franceses para conquistar la ciudad amurallada. Todos los soldados y caballeros llegaron para vender y se marcharon derrotados, mientras nuestros cimientos más preciados aguantaron con porte a todos los hambrientos de gloria.
El Castillo de Carlos V se levantó por orden real en el siglo X, cumpliendo con el capricho de Sancho Abarca de Navarra. Dos siglos más tarde, el rey Sancho El Sabio lo amplificó y fortificó. Así, en el año 1200 se constató la existencia de un castillo en este lugar con motivo de la toma de Gipuzkoa por el rey castellano Alfonso VIII. Más adelante en la historia, los Reyes Católicos decidieron reformar el castillo que Carlos V dejaría ampliado y deslumbrante durante su reinado. Antes de que llegara este último emperador, la fachada era tersa como la de una doncella, según nos informa el primer documento histórico en el que aparece mencionado el Castillo, y en aquel entonces ya estaba situada en la plaza donde la tropa se ejercitaba en armas. De aquí, el nombre de la actual Plaza de Armas.
Fue Carlos V quien, con el ascenso al trono, definió su rostro actual. Este emperador fue imprescindible para la ciudad amurallada, ya que después de que Francia nos la arrebatase una vez, Carlos V hizo todo lo posible para tomar Hondarribia de vuelta. Y así ocurrió, el emperador reconquistó nuestra ciudad gracias a las fuertes fortificaciones y sus murallas. Debido a su gran implicación en Hondarribia, el castillo, ahora Parador, tomó el nombre de Carlos V.
El Castillo de Carlos V ha vivido numerosos acontecimientos que cuenta él en su interior. La zona destinada a dependencias reales terminó desaparecida entre las ruinas tras la invasión de los franceses de 1794, pero el inmueble supo defenderse por sí mismo y mantener el ambiente irreal salpicado de escondrijos que nos ofrece ahora el Parador. Son los arcos, las forjas y los artesonados los que adornan los pasillos llenos de armaduras, lanzas y cañones que nos trasportan a aquellas épocas donde caminaban por esos lugares ilustres personajes, tanto de la Casa Real, como de todas partes.
Antes de que el tiempo acabara con el brillo de este edificio, convirtiéndolo en costosas ruinas, la tranquilidad de sus elegantes estancias estuvo cubierta por monarcas como Carlos V, Felipe II, su tercera esposa Isabel de Valois o Felipe IV, hechos de la historia que verifican el inmenso valor que este Castillo tenía. A pesar de ser el tesoro de Hondarribia, el municipio ofreció la fortaleza en una subasta pública, debido a que era impensable hacer de esas ruinas una fortísima restauración.
A finales de los años 20, la historia cambió de lado. La reina María Cristina presionó para devolver el edificio a la ciudad con un resultado exitoso. Así, a partir del año 1968 pasó a ser el Parador de Hondarribia, donde todavía se guardan en los dormitorios todos los acontecimientos que estos ojos guardan en su memoria. De hecho, la suite 301, está dedicada a la monarca que lo rescató y posee la magia de una persona de sangre azul.
Fotos cedidas por www.hondarribiaturismo.com